Ayudando a vender

Ayudando a vender

lunes, 29 de diciembre de 2014

TÚ,TAMBIÉN ERES VENDEDOR.

¿O a caso no lo sabías?

Así es. ¡Vaya descubrimiento!, ¿no?.

Cualquiera que sea el trabajo que desempeñes, la vida personal que hayas elegido o el ambiente familiar en el que te muevas habrás tomado una serie de actitudes encaminadas a relacionarte con ese entorno. Pues bien, muchas de esas actitudes que has puesto en práctica rigen los principios más importantes de la venta. Es por eso por lo que digo que aunque no seamos conscientes, todos somos vendedores.

Tanto si trabajas de contable en una empresa, de albañil en una obra o de funcionario en la administración, eres vendedor. También eres vendedor si estás en un departamento de recursos humanos,  un despacho de abogados o pasas consulta en un centro médico. Y no hace falta ni decir que si te ocupas de un comercio, formas parte de un equipo de marketing y publicidad o diriges una empresa o a un grupo de trabajadores, estás continuamente practicando la venta.

No solamente eso, sino que me atrevería a decir que aunque no te des cuenta, tienes un doctorado en ventas si tienes pareja, hijos, padres, jefes, amigos, compañeros de trabajo, cuñados o suegros.

Esto es así porque todos en nuestro entorno y durante toda nuestra vida estamos vendiendo. ¿Y qué es lo que estamos vendiendo?. A nosotros mismos. ¿Y qué es lo que pretendemos con ello?. Alcanzar los estados interiores que deseamos. Nuestro bienestar y satisfacción, nuestra tranquilidad, nuestro disfrute y nuestra comodidad, en definitiva, nuestra felicidad.

Nos vendemos para conseguir nuestra felicidad.

Las actitudes que demostramos con las personas reflejan nuestra personalidad, ofrecen nuestra imagen a los demás y es lo que se percibe por parte de nuestro entorno . Esa percepción hará que las personas actúen de una forma u otra con respecto a tí y por lo tanto tiene influencia sobre tu estado interior. Por ejemplo, si eres egoísta y sólo miras por tu interés, las personas de tu entorno perciben que tú sólo te vales para satisfacer tus necesidades así que no harán nada por tí cuando algún día les necesites.

Por naturaleza todos somos egoístas. Con nuestros deseos, materiales o no, lo que pretendemos es experimentar sensaciones o sentimientos agradables, aunque hay muchas formas de conseguirlas. El egoísta inteligente no tiene prisa, sabe que la mejor forma de alcanzar ese estado de felicidad interior es dar sin esperar nada a cambio porque ofrece su ayuda y colabora para que otros consigan sus objetivos. Incluso las personas que dan muchas horas de su vida por los demás, haciendo que quien no se vale por sí mismo salga adelante, con esas acciones, lo que persiguen es ese estado de felicidad interior.  Si esas acciones no les hicieran felices, no lo harían.

Teniendo esas actitudes positivas tenemos muchas más posibilidades de que en un plazo de tiempo mas o menos largo, esas personas a las que ayudamos o a las que hicimos un regalo, material o no, nos correspondan. Aunque esa correspondencia sea simplemente un gracias, una sonrisa o un mensaje inesperado que hace indicar que se acuerdan de tí. Todos somos egoístas pero el egoísta inteligente consigue mucho más que el que no lo es. Aplicado al tema comercial podemos decir que un verdadero profesional de la venta, lo es, si además de muchas cosas que consideraremos más adelante en este blog, es buena persona.

Es de aquí de donde sacamos un principio fundamental para un comercial y es que debes pensar en tu cliente superando las expectativas que él tiene de tí, de tu producto y de tu empresa con servicios adicionales que no estén incluidos en la oferta inicial. Puede estar relacionado con el propio producto o servicio que le prestas, con un asesoramiento, una recomendación o un favor.

Si piensas en el cliente, al final, el cliente pensará en tí.

De cara al exterior y en nuestra vida diaria nos debemos vender como lo hacen los mejores profesionales de la venta, con empatía. Honestamente, no podemos pretender nada de nadie si antes no nos hemos interesado por el otro, le hemos escuchado, le hemos entendido y nos hemos puesto en su lugar. Sólo en ese caso podremos conseguir el tipo de relación que queremos con nuestro cliente y con las personas que forman parte de nuestro entorno.

Los padres quieren que sus hijos les hagan caso, los hijos que sus padres les dejen hacer lo que quieran en cada momento, los amigos de un grupo que el resto opte por sus preferencias en determinadas circunstancias. En ningún caso conseguiremos nada con malas formas, actitudes egoístas o imperativas. Con tu pareja también tienes actitudes vendedoras casi cada día, por ejemplo durante  la compra diaria, las actividades que vais a realizar el fin de semana o la elección de los compromisos que tenéis con la familia. Y dentro del ámbito personal, no hay actitud más vendedora que cuando quieres conquistar a la chica o al chico que te gusta porque te estás vendiendo a tí mismo. Tú eres el producto. Así que cuando buscas una relación te conviertes en el vendedor total. Muestras tu mejor imagen, haces gala de tu simpatía y tratas de impresionar sacando a relucir tus mejores habilidades.

Las actitudes vendedoras continúan en tu trabajo, por ejemplo con tus compañeros de los que alguna vez necesitarás ayuda, o con tu jefe al que probablemente algún día le solicites una mejora en tus condiciones laborales. Esas actitudes positivas hacia el exterior harán aumentar las probabilidades de conseguir lo que pretendes si has tenido una buena relación con los compañeros o hiciste percibir a tu jefe que tu trabajo era digno de ser recompensado. Nuevamente mostramos nuestra actitud más vendedora y nos convertimos en el vendedor total cuando redactamos nuestro curriculum y acudimos a la entrevista de trabajo en la que tanto hemos estado pensando. Otra vez tú eres el producto y de nuevo debes hacer percibir a tu interlocutor que eres el candidato adecuado.

Así que cualquiera que sea tu situación laboral o tengas la vida personal que hayas elegido, estará marcada por cómo te hayas vendido a tí mismo en estos dos ámbitos, quizás los más importantes de nuestras vidas.

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